Lara Cárdenas

Voluntades que suman

 

Es tarde cuando, veces en la madrugada o cuando voy de camino al trabajo, o cuando hago el almuerzo en las mañanas que no hago más sino escuchar algunas voces, mías claro, pero es como si estuvieras aquí, como si estuviéramos las dos, como si yo ya no estuviese abajo, como si existiese aun la complicidad hermosa de femineidad y libertad que solo esta porque estamos. En fin, aquí en
mi casa, que no es mía, pero es como si lo fuese, siento que me he quedado sola y que esa sensación del “antes fue”, es lo único que no se pierde, que no se va, que no migra por la frontera cercana por donde te fuiste tú aquella vez.

Yo soy de cal y canto, pero a veces se me olvida escribirte voluntariamente porque no me gusta preocuparte, sin embargo, ahora lo hago porque esta, creo, es la única forma de sentir aquello nuevamente. Empiezo diciendo que el sábado pasado estuve pensando en ti, y con gracia y dolor recordé el 2017 cuando tenías planeado irte de Venezuela, no estaba asustada, ni por ti ni por mí, porque en esa época muchas personas se iban, además tu ibas a regresar pronto y yo me mudaría para poder estudiar y esperarte cuando pudieras venir nuevamente, y seguir siendo diferentes, pero cómplices, curas de tanto y todo.

Oh mami, si estuvieras, no sería tan melancólica, ni me la pasaría tan sola, ni me costara tanto el hecho de despertarme, necesito la bella confianza de cercanía.

 

Cuando te fuiste a Perú como tantos otros, confieso que algo en mí se volvió más sensible, más débil, ahora las despedidas, no solo la mías, la de los otros que se separan, que salen corriendo con lo poco de su casa, los que se quedan quebrados y rotos sin esperanza me duelen, mami, y las hago parte de mí también, es decir, cargo con muchas despedidas, tristezas, de esas que no se pueden expresar porque para cruzar la frontera los ojos deben ser valientes. Aun cuando el dolor no se duerme, quiero decirte que ahora trabajo en el Servicio Jesuita a Refugiados y mi vida y sentimientos se han comprometido en este espacio porque he conocido y aprendido tanto y he escuchado tantas historias como la tuya y la mía, y otras que demuestran tantas injusticias, penas, pesadumbre y tormento. Y yo desde aquí puedo comprender lo que se siente y buscar con todo corazón las formas de aliviar un poco el dolor.

Mami, hace algún tiempo conocí a una chica de mi edad de comunidad que atendemos desde el JRS, ella con sus ojos caídos comentaba su vivencia. Su mamá había migrado a Lima, Perú y ella se había quedado solo con la compañía de su hija, esto pese a mi resistencia sentimental hizo que nos uniéramos en un abrazo sincero de fuerza y compresión. Ella se sintió acompañada y yo de alguna manera inexplicable me sentí contigo, en tus brazos. En cierto modo, te cuento, aquí entre nos, que en este trabajo me he encontrado en el otro (comprendo si es difícil de entender), cargo con sus dolores, pero me curo también, y me quita el sueño, de una forma placentera ingeniarme ideas para que el que se va, pueda hacerlo con mayor fortaleza, y el que se queda pueda hallar felicidad y calma con los que aún permanecemos.

Mami, hoy estuve pensando:
Cuando te fuiste tuve que dejar una parte de mí y quedarme sola, aguantar lo complicado, pero me dió una sensibilidad especial y me pregunto: Luego de tantos que se han ido y tantos que se han quedado ¿Todos tenemos ahora esa sensibilidad especial?

Gracias, mami.
Te mando uno o dos besos, o los que tú quieras.